Ya no se envían en papel los presupuestos, pero hubo un tiempo en que se imprimían y se llevaban en cajas de cartón. En este caso nos permitimos la licencia de suponer que este año ha vuelto a estar de moda las cajas, pero no de cartón marrón sino de madera con serigrafia electoral, y junto con una “campaña permanente” potente desde el principio de este Gobierno y técnicamente muy bien hecha han creado “arte político” del bueno.
Por fuera belleza y mensaje, dentro “vacío cósmico”, que se ira rellenando con mucho Gasto Público en lugar de reducir la deuda pública que está en el 98 % del PIB lo vamos a incrementar claramente, y en vez hacer una política fiscal anticíclica, y en todo caso ajuste fiscal gradual que evite o suavice una posible y cantada recesión que nos toca en breve, según dicen los que saben de esto de los números. No parece que la solución al problema estructural del empleo se resuelva con incrementar el salario mínimo interprofesional, y las pensiones presentes y futuras con subir las cotizaciones sociales a empresas y autónomos, etc.
Este “arte político” pensado para la campaña, nos atrapa, nos seduce, nos conforta, nos emociona, es como en el mercado del arte donde prima la marca como uno de los factores de seguridad en cuanto a que hemos elegido bien y podemos pujar, luego puede que el precio que hayamos pagado nos pese con el tiempo, pero de momento estamos en la ensoñación, y satisfechos porque hemos hecho una buena elección.
La comunicación del mensaje está permitiendo crear grupos de pertenencia, construyendo modelos conductuales emocionales, en la que los individuos sin ellos no sentirían como homogéneos.
No obstante, no olvidemos que las cajas de cartón son solo papel ondulado (el actual Gobierno) aprisionado entre dos hojas de papel (Podemos y Nacionalistas) que juntas forman el cartón corrugado que es lo que le da consistencia para continuar de momento.